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Contaba con los dos actores más atractivos de la época, Paul Newman y Robert Redford
Dos hombres y un destino (1969) tenía todas las papeletas para convertirse en uno de los grandes taquillazos del momento. Contaba con los dos hombres más atractivos del cine, Paul Newman y Robert Redford, los dos amigos más gamberros de Hollywood cuya presencia era capaz de magnetizar hasta a el hombre más viril de la sala. Pero además de atraer las miradas con sus protagonistas, la cinta de George Roy Hill también conquistó al público gracias a un divertido guion que convirtió a sus personajes, Sundance Kid y Butch Cassidy, en dos cómicos y divertidos ladrones. Aún no existía el término, pero acababa de nacer el buddy film.
Entendido como la versión hollywodiense de la gran pareja cervantina don Quijote y Sancho Panza, el buddy film sería algo así como una película de colegas cuyas chanzas impregnan de humor la historia de sus protagonistas y refrescan géneros como el western, más habituado a la sobriedad y la mala baba de sus personajes. Un giro de guion que en «Dos hombres y un destino» cambió esa visión polvorienta de los forajidos del Oeste y convirtió a Paul Newman y Robert Redford en una de las parejas más divertidas del cine, elevando el film a lo alto del podio de las mejores películas western de la historia.
«Dos hombres y un destino» también fue consecuencia del cambio radical que el cine estadounidense empezó a experimentar en los años sesenta, influenciado por las corrientes que llegaban de Europa. La composición de los personajes y las estructuras rígidas de los géneros creados por Hollywood empiezan a cambiar. Como consecuencia aparecen la figura de los antihéroes que en esta película toma la forma de dos famosos ladrones.
George Roy Hill se apoyó ligeramente en las idas y venidas de los bandoleros Robert Leroy Parker y Harry Longabaugh para crear su buddy movie. Dos hombres y un destino cuenta la historia de dos ladrones, con personalidades dispares -un ingrediente indispensable para hacer más cómica a la pareja- que, tras cometer varios atracos y tener a una patrulla tras sus talones, emprenden una huida hacia Bolivia con ayuda de Etta (Katharine Ros), que regala uno de los momentos más románticos de la película, la escena de la bicicleta con Butch (Newman) que enamoró a los espectadores.
Butch Cassidy y The Sundance Kid, título original de la película ganó cuatro Oscar (mejor guion original, mejor fotografía, mejor canción original –la inolvidable ‘Raindrops keep fallin’ on my head’– y mejor banda sonora, ambas estatuillas para Burt Bacharach) y estuvo nominada a otros tres (mejor película, mejor director y mejor sonido). Sin embargo, la cinta de George Roy Hill sigue presente por haberse convertido en un clásico indiscutible con su canto a la rebeldía y la libertad.
Pero además del cambio en el contenido y la forma, la película de George Roy Hill también deslumbró gracias a su cuidada estética, obra del director de fotografía Conrad Hall. Su trabajo vistió el film de colores sorprendentes para ser un western, aunque supo combinarlo con los clásicos tonos sepias que parecen evocar tiempos pasados. Imágenes antiguas (cine clásico) enfrentadas a la modernidad (el cambio del arte, el cambio de la sociedad) en una inusitada conjunción formal que ayudó a convertir la película en el mejor ejemplo del nuevo genero.