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Un fantasma en la radio Municipal

La voz de María La Portuguesa se pasea por las ruinas de lo que fue la emisora municipal

Corría el mes de mayo del año 1987, aunque puede que me falle la memoria. El jefe de bomberos, conocido cariñosamente con el apodo de “El Largo” por su gran estatura, se encargó personalmente de ubicar adecuadamente una enorme escalera retráctil. El objetivo era colocar la antena de la emisora municipal en los estudios de la calle Virgen del Buen Suceso. Recuerdo que acompañé a alguien en el ascenso por esa escalera que poco a poco iba cobrando en mi imaginación dimensiones apocalípticas, que diría Pedro Piqueras. Hacia la mitad del trayecto, sentí por primera vez lo que se conoce como acrofobia o miedo a las alturas y, lentamente, con la mirada en un punto fijo en el horizonte, fui descendiendo hasta tocar tierra de nuevo. Realmente no era necesaria mi presencia para colocar la antena, ni mucho menos, pero ¡qué diablos! ¿Cuántas veces tiene uno veinte años y una escalera de bomberos para subir?

El edificio fue demolido años más tarde, pero cuando paso por esa calle, no puedo evitar escuchar en mi imaginación la voz de Carlos Cano. Carlos Cano y “María la Portuguesa”. Carlos Cano y “Habaneras de Sevilla”. El director de la emisora, Antonio Jesús, solía colocar una de aquellas cintas magnetofónicas, muy populares en esos años y que podían encontrarse con facilidad sobre todo en las gasolineras, para enviar una señal sonora al transmisor que, al principio, se resistía a hacer su trabajo correctamente. Por las fechas pudo ser perfectamente el disco “Quédate con la Copla”. Y la razón de su audición, como he dicho antes, ajustar adecuadamente el transmisor.

“¡Ay María la Portuguesa! / Desde Ayamonte hasta Faro / se oye este fado / por las tabernas”. Un destornillador por allí, un oscilador por acá y en medio aquella pregunta que hacía Julio II a Miguel Ángel a propósito de la Capilla Sixtina: “Antonio, ¿cuándo terminarás?”. Y la respuesta era bien sencilla, “terminaré cuando acabe”.

Todos esos temas sonaban una y otra vez mientras se sustituía un condensador o se cambiaba la fuente de alimentación. Sin olvidar el asunto del modulador o del amplificador de radiofrecuencia. “¡Ay María la Portuguesa! / Desde Ayamonte hasta Faro / se oye este fado / por las tabernas”. Un destornillador por allí, un oscilador por acá y en medio aquella pregunta que hacía Julio II a Miguel Ángel a propósito de la Capilla Sixtina: “Antonio, ¿cuándo terminarás?”. Y la respuesta era bien sencilla, “terminaré cuando acabe”. Y, efectivamente, en algún momento de aquel mes de mayo la realidad de la radio acalló las canciones repetitivas de Carlos Cano, el oscilador se equilibró, la fuente de alimentación se estabilizó y los cables que partían de la mesa de mezclas y que llegaban al transmisor, consiguieron, por fin, transportar toda aquella ingente cantidad de ilusión, magia y esperanza a la antena colocada por los bomberos un día de mayo del ya lejano 1987. Había nacido Radio Cieza, Emisora Municipal.

Lejos de padecer algún tipo de trauma o animadversión hacia Carlos Cano, mi admiración hacia el desaparecido cantautor granadino ha ido “in crescendo” con los años. Carlos Cano se ha convertido en uno de mis cantautores preferidos y cada vez que escucho esa voz cargada de sentimiento, ya sea en el coche, en el trabajo o en casa, doy las gracias a Antonio Jesús por utilizarlo para testear aquellos primeros balbuceos de la radio, consiguiendo siempre teletransportarme por unos minutos a aquel mes de mayo de 1987 como si fuera hoy mismo. ¿Será cosa del subconsciente?

Así que imagino al fantasma de María la Portuguesa paseándose por esas ruinas que un día fabricaron tantos sueños y esperanzas, condenada a vagar eternamente desde hace ya 36 años.