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Pudo ser El Menjú

El Jardín Botánico La Concepción de Málaga es un ejemplo de cómo pudo ser la historia de El Menjú si hubiera habido una valentía e impulso político como en la ciudad andaluza

Por una fracción de segundo, creemos que lo que nos está pasando en el presente, un lugar, una situación o una conversación, ya lo hemos vivido en el pasado. Es lo que se ha venido en llamar «Déjà vu». Los científicos no se ponen de acuerdo, pero una de las tesis predominantes es que se produce un solapamiento entre la memoria a corto plazo y la memoria a largo plazo, es decir, almacenamos como memoria a largo plazo algo que acabamos de percibir, lo que provoca que, durante unos momentos creamos que esa situación nos pertenece al pasado cuando realmente la acabamos de vivir por primera vez.

Hace unos meses, en un viaje a Málaga, tuve uno de esos «Déjá vu» en una visita que no estaba prevista, a un lugar que no es muy conocido, y al que llegué por casualidad arrastrado por la curiosidad tras un recorrido por el espléndido edificio que alberga el Museo Provincial de Málaga. En este museo conocí por primera vez la historia de los marqueses de Casa Loring, Jorge Loring Oyarzábal y Amalia Heredia Livermore. A mediados del siglo XIX, los marqueses de Casa Loring, impresionados por los jardines, villas, parques y haciendas que habían visitado en su viaje de novios por toda Europa, adquirieron una finca al norte de la ciudad de Málaga, a orillas del río Guadalmedina.

Esta finca, conocida como La Concepción, fue totalmente reestructurada por los marqueses y concebida como un jardín botánico. Un jardinero francés, llamado Jacinto Chamoussent, seleccionó y aclimató plantas exóticas, obteniendo tan buen resultado que recibió numerosos premios por este trabajo. Los marqueses también crearon el Museo Loringiano dentro de los jardines y construyeron para ello un templete de estilo dórico inspirado en un mosaico romano descubierto en la villa de Cártama.

En 1911 La Concepción fue vendida a un matrimonio de Bilbao formado por Rafael Echevarría y Amalia Echevarrieta, quienes ampliaron el jardín con nuevas zonas como el arroyo de la Ninfa, la Avenida de Palmeras y el Mirador hacia la ciudad. También introdujeron numerosas esculturas contemporáneas entre las zonas ajardinadas, que se sumaban a las ya existentes de carácter arqueológico.

En 1943 el jardín fue declarado oficialmente jardín histórico artístico, considerado actualmente Bien de Interés Cultural (BIC). Una vez fallecido el matrimonio vasco, La Concepción pasó a manos del hermano de Amalia, Horacio Echevarrieta, quién conservó la hacienda en perfecto estado hasta 1963, año en el que falleció. A partir de entonces la finca entró en franca decadencia, con el abandono por sus herederos de sus edificios y jardines.

En 1990, la finca fue adquirida por el Ayuntamiento de Málaga por 600 millones de pesetas (3.606.073 €). Tras algunas obras de infraestructura y adecuación, fue abierta al público en 1994 con dos fines principales: conservar y mejorar el jardín histórico, y constituir en el resto un jardín botánico donde las colecciones de plantas tengan fines didácticos y científicos.

El jardín, reconocido en 1943 como “jardín histórico-artístico”, ocupa 3’5 hectáreas. Su principal valor reside en su característica topografía, su intacto trazado y la colección de flora subtropical que alberga. Situado en la ladera de una pequeña montaña y con un diseño paisajista, se suceden las cascadas, riachuelos, fuentes, escalinatas, invernaderos, grandes árboles y ancianas palmeras, estas últimas constituyen una de las mejores colecciones de Europa.

Volviendo al fenómeno del «Déjà vu», por un momento, entre aquellos enormes ficus centenarios, los abundantes riachuelos con plantas acuáticas, la frondosidad, la paz y la belleza de todo aquel entorno, a cientos de kilómetros de Cieza, me pareció pasear por el paraje de El Menjú como cuando lo conocí por primera vez, también por casualidad, un verano a mediados de los 80. Entonces la finca aún estaba en producción y conservaba muchas plantas originales, así como caminos enlosados con columnas y la balsa de Aretusa con la estatua de la diosa completa y en buenas condiciones.

Fue un «Déjà vu» en toda regla o, tal vez, una mezcla de cabreo y envidia. Así que, durante todo el viaje de vuelta, no dejaba de pensar en cómo de caprichosa es la historia. Para que El Menjú hubiera sobrevivido como un jardín botánico, maravilloso y único en la Región de Murcia y en España, tendría que haberse producido una conjunción astrológica como ocurrió en Málaga en 1990. Una coincidencia temporal que aunara a la vez un impulso político liderado por un alcalde capaz de ver más allá, la capacidad económica de afrontar este proyecto de enorme futuro y la voluntad de los propietarios de ceder esta finca para su conservación. Nada de eso se produjo. La finca El Menjú es hoy en día una ruina. Pero pudo ocurrir lo contrario y convertirse en un jardín botánico de referencia si los astros se hubieran alineado de otra manera.