Elvis está vivo
Las teorías que pretenden demostrar que no murió en 1977 siguen alimentando conspiraciones absurdas

El 16 de agosto de 1977 moría en Memphis, Tennessee, Elvis Aaron Presley. Tenía 42 años y a partir de entonces pasaría a ese estado de eternidad y endiosamiento que transforma a un ser humano normal en un mito por los siglos de los siglos. El «Rey del Rock» es eterno. Tan eterno que muchos piensan que realmente simuló su muerte y que sigue entre nosotros.
Andrés Calamaro contó en una canción del año 1997 titulada, precisamente así, «Elvis está vivo». Parte de la estrofa de ese tema reza así: «Elvis está vivo, me lo dijo un amigo. Está en el cuarto forrado de leopardo dorado. En Memphis lo saben todos, pero es gente muy discreta y no dicen nada, será mejor así. Elvis está vivo, se escribe cartas conmigo cuando el sol empieza a caer. Bob Dylan también los sabe, pero Bob es muy discreto y no dice nada».
El día de su muerte, Elvis pesaba 113 kilos, pero la imagen para nada reflejaba dicho sobrepeso. Varios de los ahí presentes incluso comentaron que no lo reconocían porque una de sus patillas parecía falsa y sus manos lucían lisas. De inmediato se especuló que era una figura de cera, al estilo del Museo Madame Tussauds.
También hay quienes afirman que en marzo de 1977, apenas cinco meses antes de su muerte, Elvis firmó de su puño y letra un seguro de vida que ascendía a varios millones de dólares. Pero absolutamente nadie, ni su hija Lisa Marie, ni su novia Ginger Alden ni ningún familiar más o menos cercano reclamó un solo centavo. ¿Por qué? Porque no se puede falsear una muerte y encima cobrar por ello.
Y hay más teorías a cual más absurda. Una autora llamado Gail Brewer-Giorgio apuesta por la idea de que el músico se vio en la obligación de inventarse su muerte por un motivo de fuerza mayor: ayudó al FBI a destapar una organización vinculada con la mafia llamada The Fraternity y pasó a convertirse en un testigo protegido del Departamento de Justicia estadounidense. Giorgio teorizó sobre todo esto en el libro Is Elvis Alive? editado en 1988.
Para disgusto de los autores de estas teorías sobre la supervivencia de Elvis a su propia defunción, el «Rey del Rock» dejó este mundo aquel 16 de agosto de 1977. Su muerte se debió a un paro cardiorrespiratorio producido por el abuso de medicamentos incompatibles con un peso de 130 kilo, además de otras enfermedades. Unas horas antes de morir le dijo a su novia, Ginger Alden, sus últimas palabras. Palabras que no fueron exactamente muy lapidarias o filosóficas. Simplemente dijo: «Voy al baño a leer».
Como cada año por estas fechas, los seguidores de Elvis Presley, junto con el resto del mundo de la música, hemos recordado al hombre icónico que fue. Nacido en Tupelo el 8 de enero de 1935, su carrera abarca una esfera de muchas épocas y gustos diferentes en la historia estadounidense. Presley no solo fue un gran cantante, sino también un icono, una inspiración para muchos.
Pudo ser El Menjú
El Jardín Botánico La Concepción de Málaga es un ejemplo de cómo pudo ser la historia de El Menjú si hubiera habido una valentía e impulso político como en la ciudad andaluza

Por una fracción de segundo, creemos que lo que nos está pasando en el presente, un lugar, una situación o una conversación, ya lo hemos vivido en el pasado. Es lo que se ha venido en llamar «Déjà vu». Los científicos no se ponen de acuerdo, pero una de las tesis predominantes es que se produce un solapamiento entre la memoria a corto plazo y la memoria a largo plazo, es decir, almacenamos como memoria a largo plazo algo que acabamos de percibir, lo que provoca que, durante unos momentos creamos que esa situación nos pertenece al pasado cuando realmente la acabamos de vivir por primera vez.
Hace unos meses, en un viaje a Málaga, tuve uno de esos «Déjá vu» en una visita que no estaba prevista, a un lugar que no es muy conocido, y al que llegué por casualidad arrastrado por la curiosidad tras un recorrido por el espléndido edificio que alberga el Museo Provincial de Málaga. En este museo conocí por primera vez la historia de los marqueses de Casa Loring, Jorge Loring Oyarzábal y Amalia Heredia Livermore. A mediados del siglo XIX, los marqueses de Casa Loring, impresionados por los jardines, villas, parques y haciendas que habían visitado en su viaje de novios por toda Europa, adquirieron una finca al norte de la ciudad de Málaga, a orillas del río Guadalmedina.
Esta finca, conocida como La Concepción, fue totalmente reestructurada por los marqueses y concebida como un jardín botánico. Un jardinero francés, llamado Jacinto Chamoussent, seleccionó y aclimató plantas exóticas, obteniendo tan buen resultado que recibió numerosos premios por este trabajo. Los marqueses también crearon el Museo Loringiano dentro de los jardines y construyeron para ello un templete de estilo dórico inspirado en un mosaico romano descubierto en la villa de Cártama.
En 1911 La Concepción fue vendida a un matrimonio de Bilbao formado por Rafael Echevarría y Amalia Echevarrieta, quienes ampliaron el jardín con nuevas zonas como el arroyo de la Ninfa, la Avenida de Palmeras y el Mirador hacia la ciudad. También introdujeron numerosas esculturas contemporáneas entre las zonas ajardinadas, que se sumaban a las ya existentes de carácter arqueológico.
En 1943 el jardín fue declarado oficialmente jardín histórico artístico, considerado actualmente Bien de Interés Cultural (BIC). Una vez fallecido el matrimonio vasco, La Concepción pasó a manos del hermano de Amalia, Horacio Echevarrieta, quién conservó la hacienda en perfecto estado hasta 1963, año en el que falleció. A partir de entonces la finca entró en franca decadencia, con el abandono por sus herederos de sus edificios y jardines.
En 1990, la finca fue adquirida por el Ayuntamiento de Málaga por 600 millones de pesetas (3.606.073 €). Tras algunas obras de infraestructura y adecuación, fue abierta al público en 1994 con dos fines principales: conservar y mejorar el jardín histórico, y constituir en el resto un jardín botánico donde las colecciones de plantas tengan fines didácticos y científicos.
El jardín, reconocido en 1943 como “jardín histórico-artístico”, ocupa 3’5 hectáreas. Su principal valor reside en su característica topografía, su intacto trazado y la colección de flora subtropical que alberga. Situado en la ladera de una pequeña montaña y con un diseño paisajista, se suceden las cascadas, riachuelos, fuentes, escalinatas, invernaderos, grandes árboles y ancianas palmeras, estas últimas constituyen una de las mejores colecciones de Europa.
Volviendo al fenómeno del «Déjà vu», por un momento, entre aquellos enormes ficus centenarios, los abundantes riachuelos con plantas acuáticas, la frondosidad, la paz y la belleza de todo aquel entorno, a cientos de kilómetros de Cieza, me pareció pasear por el paraje de El Menjú como cuando lo conocí por primera vez, también por casualidad, un verano a mediados de los 80. Entonces la finca aún estaba en producción y conservaba muchas plantas originales, así como caminos enlosados con columnas y la balsa de Aretusa con la estatua de la diosa completa y en buenas condiciones.
Fue un «Déjà vu» en toda regla o, tal vez, una mezcla de cabreo y envidia. Así que, durante todo el viaje de vuelta, no dejaba de pensar en cómo de caprichosa es la historia. Para que El Menjú hubiera sobrevivido como un jardín botánico, maravilloso y único en la Región de Murcia y en España, tendría que haberse producido una conjunción astrológica como ocurrió en Málaga en 1990. Una coincidencia temporal que aunara a la vez un impulso político liderado por un alcalde capaz de ver más allá, la capacidad económica de afrontar este proyecto de enorme futuro y la voluntad de los propietarios de ceder esta finca para su conservación. Nada de eso se produjo. La finca El Menjú es hoy en día una ruina. Pero pudo ocurrir lo contrario y convertirse en un jardín botánico de referencia si los astros se hubieran alineado de otra manera.
Pub Mister Lennon
Contaba con una colección exclusiva de cuadros con la cara de John Lennon. Una obra maravillosa que pintó José María Párraga para este local de Cieza
