Elvis está vivo

Las teorías que pretenden demostrar que no murió en 1977 siguen alimentando conspiraciones absurdas

El 16 de agosto de 1977 moría en Memphis, Tennessee, Elvis Aaron Presley. Tenía 42 años y a partir de entonces pasaría a ese estado de eternidad y endiosamiento que transforma a un ser humano normal en un mito por los siglos de los siglos. El «Rey del Rock» es eterno. Tan eterno que muchos piensan que realmente simuló su muerte y que sigue entre nosotros.

Andrés Calamaro contó en una canción del año 1997 titulada, precisamente así, «Elvis está vivo». Parte de la estrofa de ese tema reza así: «Elvis está vivo, me lo dijo un amigo. Está en el cuarto forrado de leopardo dorado. En Memphis lo saben todos, pero es gente muy discreta y no dicen nada, será mejor así. Elvis está vivo, se escribe cartas conmigo cuando el sol empieza a caer. Bob Dylan también los sabe, pero Bob es muy discreto y no dice nada».

El día de su muerte, Elvis pesaba 113 kilos, pero la imagen para nada reflejaba dicho sobrepeso. Varios de los ahí presentes incluso comentaron que no lo reconocían porque una de sus patillas parecía falsa y sus manos lucían lisas. De inmediato se especuló que era una figura de cera, al estilo del Museo Madame Tussauds.

También hay quienes afirman que en marzo de 1977, apenas cinco meses antes de su muerte, Elvis firmó de su puño y letra un seguro de vida que ascendía a varios millones de dólares. Pero absolutamente nadie, ni su hija Lisa Marie, ni su novia Ginger Alden ni ningún familiar más o menos cercano reclamó un solo centavo. ¿Por qué? Porque no se puede falsear una muerte y encima cobrar por ello.

Y hay más teorías a cual más absurda. Una autora llamado Gail Brewer-Giorgio apuesta por la idea de que el músico se vio en la obligación de inventarse su muerte por un motivo de fuerza mayor: ayudó al FBI a destapar una organización vinculada con la mafia llamada The Fraternity y pasó a convertirse en un testigo protegido del Departamento de Justicia estadounidense. Giorgio teorizó sobre todo esto en el libro Is Elvis Alive? editado en 1988.

Para disgusto de los autores de estas teorías sobre la supervivencia de Elvis a su propia defunción, el «Rey del Rock» dejó este mundo aquel 16 de agosto de 1977. Su muerte se debió a un paro cardiorrespiratorio producido por el abuso de medicamentos incompatibles con un peso de 130 kilo, además de otras enfermedades. Unas horas antes de morir le dijo a su novia, Ginger Alden, sus últimas palabras. Palabras que no fueron exactamente muy lapidarias o filosóficas. Simplemente dijo: «Voy al baño a leer».

Como cada año por estas fechas, los seguidores de Elvis Presley, junto con el resto del mundo de la música, hemos recordado al hombre icónico que fue. Nacido en Tupelo el 8 de enero de 1935, su carrera abarca una esfera de muchas épocas y gustos diferentes en la historia estadounidense. Presley no solo fue un gran cantante, sino también un icono, una inspiración para muchos.

Pudo ser El Menjú

El Jardín Botánico La Concepción de Málaga es un ejemplo de cómo pudo ser la historia de El Menjú si hubiera habido una valentía e impulso político como en la ciudad andaluza

Por una fracción de segundo, creemos que lo que nos está pasando en el presente, un lugar, una situación o una conversación, ya lo hemos vivido en el pasado. Es lo que se ha venido en llamar «Déjà vu». Los científicos no se ponen de acuerdo, pero una de las tesis predominantes es que se produce un solapamiento entre la memoria a corto plazo y la memoria a largo plazo, es decir, almacenamos como memoria a largo plazo algo que acabamos de percibir, lo que provoca que, durante unos momentos creamos que esa situación nos pertenece al pasado cuando realmente la acabamos de vivir por primera vez.

Hace unos meses, en un viaje a Málaga, tuve uno de esos «Déjá vu» en una visita que no estaba prevista, a un lugar que no es muy conocido, y al que llegué por casualidad arrastrado por la curiosidad tras un recorrido por el espléndido edificio que alberga el Museo Provincial de Málaga. En este museo conocí por primera vez la historia de los marqueses de Casa Loring, Jorge Loring Oyarzábal y Amalia Heredia Livermore. A mediados del siglo XIX, los marqueses de Casa Loring, impresionados por los jardines, villas, parques y haciendas que habían visitado en su viaje de novios por toda Europa, adquirieron una finca al norte de la ciudad de Málaga, a orillas del río Guadalmedina.

Esta finca, conocida como La Concepción, fue totalmente reestructurada por los marqueses y concebida como un jardín botánico. Un jardinero francés, llamado Jacinto Chamoussent, seleccionó y aclimató plantas exóticas, obteniendo tan buen resultado que recibió numerosos premios por este trabajo. Los marqueses también crearon el Museo Loringiano dentro de los jardines y construyeron para ello un templete de estilo dórico inspirado en un mosaico romano descubierto en la villa de Cártama.

En 1911 La Concepción fue vendida a un matrimonio de Bilbao formado por Rafael Echevarría y Amalia Echevarrieta, quienes ampliaron el jardín con nuevas zonas como el arroyo de la Ninfa, la Avenida de Palmeras y el Mirador hacia la ciudad. También introdujeron numerosas esculturas contemporáneas entre las zonas ajardinadas, que se sumaban a las ya existentes de carácter arqueológico.

En 1943 el jardín fue declarado oficialmente jardín histórico artístico, considerado actualmente Bien de Interés Cultural (BIC). Una vez fallecido el matrimonio vasco, La Concepción pasó a manos del hermano de Amalia, Horacio Echevarrieta, quién conservó la hacienda en perfecto estado hasta 1963, año en el que falleció. A partir de entonces la finca entró en franca decadencia, con el abandono por sus herederos de sus edificios y jardines.

En 1990, la finca fue adquirida por el Ayuntamiento de Málaga por 600 millones de pesetas (3.606.073 €). Tras algunas obras de infraestructura y adecuación, fue abierta al público en 1994 con dos fines principales: conservar y mejorar el jardín histórico, y constituir en el resto un jardín botánico donde las colecciones de plantas tengan fines didácticos y científicos.

El jardín, reconocido en 1943 como “jardín histórico-artístico”, ocupa 3’5 hectáreas. Su principal valor reside en su característica topografía, su intacto trazado y la colección de flora subtropical que alberga. Situado en la ladera de una pequeña montaña y con un diseño paisajista, se suceden las cascadas, riachuelos, fuentes, escalinatas, invernaderos, grandes árboles y ancianas palmeras, estas últimas constituyen una de las mejores colecciones de Europa.

Volviendo al fenómeno del «Déjà vu», por un momento, entre aquellos enormes ficus centenarios, los abundantes riachuelos con plantas acuáticas, la frondosidad, la paz y la belleza de todo aquel entorno, a cientos de kilómetros de Cieza, me pareció pasear por el paraje de El Menjú como cuando lo conocí por primera vez, también por casualidad, un verano a mediados de los 80. Entonces la finca aún estaba en producción y conservaba muchas plantas originales, así como caminos enlosados con columnas y la balsa de Aretusa con la estatua de la diosa completa y en buenas condiciones.

Fue un «Déjà vu» en toda regla o, tal vez, una mezcla de cabreo y envidia. Así que, durante todo el viaje de vuelta, no dejaba de pensar en cómo de caprichosa es la historia. Para que El Menjú hubiera sobrevivido como un jardín botánico, maravilloso y único en la Región de Murcia y en España, tendría que haberse producido una conjunción astrológica como ocurrió en Málaga en 1990. Una coincidencia temporal que aunara a la vez un impulso político liderado por un alcalde capaz de ver más allá, la capacidad económica de afrontar este proyecto de enorme futuro y la voluntad de los propietarios de ceder esta finca para su conservación. Nada de eso se produjo. La finca El Menjú es hoy en día una ruina. Pero pudo ocurrir lo contrario y convertirse en un jardín botánico de referencia si los astros se hubieran alineado de otra manera.

Pub Mister Lennon

Contaba con una colección exclusiva de cuadros con la cara de John Lennon. Una obra maravillosa que pintó José María Párraga para este local de Cieza

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00:04:05 Charles Aznavour – La Boheme
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00:03:13 Frank Sinatra – L.A. is my Lady
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00:04:03 Antonio Carlos Jobim – La Chica de Ipanema
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00:07:24 Groover Washington Jr. – Just the two of Us
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00:07:31 Ryan Paris – La Dolce Vita

A comienzos de los 80, un tipo pequeño, educado, refinado, que conducía un coche automático, olía a Paco Rabanne y hablaba perfectamente francés, aterrizó en su pueblo natal para alumbrar un proyecto único, innovador y, porqué no decirlo, arriesgado económicamente: un pub inglés climatizado.

Toda una modernidad para aquellos tiempos. Lo de climatizado tiene su aquél. Entonces se anunciaba a bombo y platillo que un local abierto al público era «climatizado», es decir, que contaba con un sistema de aire acondicionado que garantizaba el confort de los clientes, especialmente en los tórridos veranos mediterráneos.

Paco Hurtado a mediados de los años 80. Foto Giovanni Tortosa

Este hombre que venía de París donde había trabajado algunos años, se llama Francisco Hurtado Sánchez, Paco Hurtado.

Monsieur Hurtado escogió un local situado en el número 58 de la calle Virgen del Buen Suceso, justo enfrente de la Confitería La Clementa, para alumbrar este proyecto al que bautizó como «Pub Mister Lennon», en homenaje al ex-Beatles asesinado el 8 de diciembre de 1980 en Nueva York.

Unos días antes de la inauguración, alguien en clase (estudiaba en el instituto) había conseguido unas invitaciones con derecho a consumición para la puesta de largo del «Pub Mister Lennon». A todos nosotros, adolescentes con las hormonas en ebullición, nos pareció una buena idea autoinvitarnos a ese acto tan significativo en la vida social de nuestro querido y amado pueblo. Así que, simplemente, hicimos unas cuantas docenas de copias en una papelería cercana que repartimos con generosidad. Espero que Paco Hurtado sepa perdonar este pecadillo de juventud ya prescrito legalmente.

El Pub Mister Lennon, situado en los sótanos, contaba con una barra enorme, camareros uniformados y con pajarita, rincones exquisitos con mesas de cristal casi a ras del suelo y lámparas que daban un ambiente íntimo y acogedor, una pista de baile pequeña con su bola discotequera de los ochenta y sus reflejos multicolores en todas direcciones, sus espejos en columnas y paredes para observar sin ser visto, sus cómodos sillones y sus pequeños taburetes acolchados. Transpiraba toda esa elegancia y buen gusto que el propietario había querido imprimir a este local.

Pero lo más emblemático era su colección monotemática de cuadros con la cabeza, la cara, los ojos, el pelo y los anteojos de John Lennon. Una obra maravillosa que pintó en exclusiva José María Párraga para este local de Cieza. Los cuadros se repartían por todas las paredes, iluminados de manera singular con una lamparita que realzaba si cabe mucho más su belleza. Me encantaba mirar de soslayo estos cuadros reflejados en los espejos de las columnas.

Durante un tiempo, aunque de manera intermitente, estuve amenizando aquellos primeros años del Pub Mister Lennon como «pinchadiscos» o «diskjockey». Hacía presentaciones de discos e incluso teníamos un espacio para discos dedicados que tuvo mucho éxito. Fue mi primer contacto con el mundo de la comunicación, si se le puede llamar así.

Entonces solamente existían dos formatos de grabación: el disco de vinilo y la cinta de cassette. Paco Hurtado contaba con una colección fantástica de discos únicos clásicos, supongo que comprados en París: Adamo, Charles Aznavour, Édith Piaf, Ronnie Aldrich, Frank Sinatra, Barry White, Pavarotti, etc. También intentaba estar a la última con los éxitos de ese momento, salvo si sonaba demasiado a rock. Así que por allí se escucharon todos esos temas producidos en Italia y que se bailaban en las discotecas de todo el mundo bajo el nombre genérico de Italo Disco. Artistas como Ryan Paris con su tema Dolce Vita, Gazebo con «I Like Chopin», P. Lion con «Happy Children», Silver Pozzoli con «Around My Dream», Romano Bais con «Dial My Number» o Miko Mission con How Old Are You?.

El Pub Mister Lennon estaba a la última con todos los éxitos de principios de la década de los 80. Aunque realmente yo disfrutaba de las primera horas de la tarde, cuando podía zambullirme y desempolvar todas aquellas reliquias y tesoros musicales que guardaba Paco Hurtado en un armario bajo la barra y poder colocarlos en el giradiscos. Recuerdo especialmente algunos discos que me han marcado para siempre y que descubrí en aquel tiempo. Por ejemplo, ese extraordinario disco del año 1984 titulado L.A is my Lady, con Frank Sinatra y Quincy Jones. O Winelight, de Groover Washington Jr. Allí escuché por primera vez a Antonio Carlos Jobim, «La chica de Ipanema» o «Corcovado», despertando un amor incondicional por la Bossa Nova. Podría seguir con otros músicos, con otras músicas. La lista sería interminable.

Han pasado más de cuarenta años. Muchos de los lectores de este artículo ni siquiera habían nacido. Los que vivieron y disfrutaron de este lugar único lo recordarán, seguramente con nostalgia. En mi caso se mezclaron muchas cosas, coincidiendo con un momento muy especial en lo personal. Pero esa es otra historia.


En la parte superior, podéis rememorar algunos de los temas que sonaron en el Pub Mister Lennon y que se mencionan en este artículo.

Para cualquier comentario o reseña de este artículo, puedes contactar conmigo en esta dirección:

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Los diez mejores discos de la historia

Los Beatles, Fleetwood Mac, Pink Floyd, Miles Davies… Estos son los mejores para ChatGPT

La historia de los álbumes de música se remonta a finales del siglo XIX, cuando los cilindros fonográficos eran utilizados para grabar y reproducir música. Sin embargo, fue a partir de la década de 1940 cuando los discos de vinilo de 78 RPM (revoluciones por minuto) se convirtieron en el formato dominante. Estos discos, conocidos como «discos de 78», permitían una mayor duración de reproducción y brindaban una calidad de sonido mejorada en comparación con los cilindros fonográficos.

En la década de 1950 se introdujeron los discos de vinilo de larga duración (LP), que giraban a 33 1/3 RPM. Estos discos ofrecían una capacidad de reproducción mucho mayor, permitiendo la grabación de álbumes completos en una sola cara o incluso en ambos lados. Los LP revolucionaron la forma en que la música era presentada y consumida, permitiendo a los artistas y compositores explorar conceptos más extensos y narrativos en sus obras.

Durante las décadas de 1960 y 1970, los LP alcanzaron su apogeo de popularidad. Surgieron diversos géneros musicales, desde el rock y el pop hasta el soul, el funk y el jazz. Los álbumes se convirtieron en verdaderas obras de arte, con portadas elaboradas y conceptos visuales que complementaban la música en su interior. Las bandas y los artistas comenzaron a utilizar los álbumes como una forma de contar historias, expresar sus ideologías y explorar nuevas direcciones artísticas.

En los años 80 y 90, con el advenimiento del formato de disco compacto (CD), los álbumes de música experimentaron otro cambio significativo. Los CD ofrecían una mayor capacidad de almacenamiento y una calidad de sonido digital mejorada, pero también dieron lugar a una nueva forma de consumo musical, ya que se podían reproducir fácilmente en reproductores portátiles y computadoras personales. A medida que la música digital ganaba terreno, los álbumes comenzaron a ser distribuidos en formato digital y las plataformas de transmisión en línea se convirtieron en la forma dominante de acceso a la música.

Durante las décadas de 1960 y 1970, los LP alcanzaron su apogeo de popularidad. Surgieron diversos géneros musicales, desde el rock y el pop hasta el soul, el funk y el jazz. Los álbumes se convirtieron en verdaderas obras de arte, con portadas elaboradas y conceptos visuales

A pesar de estos cambios en los formatos de distribución, los álbumes de música siguen siendo apreciados y celebrados como una forma de arte. Según la herramienta de inteligencia artificial ChatGPT, estos son los diez mejores discos de la historia de la música, abarcando una amplia variedad de géneros y épocas:

Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band» – The Beatles (1967)

Este álbum innovador y seminal de los Beatles es considerado uno de los más influyentes de todos los tiempos. Con canciones como Lucy in the Sky with Diamonds y A Day in the Life, el álbum rompió barreras musicales y estableció nuevos estándares en la producción y la experimentación sonora.

Thriller – Michael Jackson (1982)

Este disco de Michael Jackson se convirtió en el álbum más vendido de todos los tiempos y catapultó al artista a la fama mundial. Con éxitos como Billie Jean y Beat It, «Thriller» demostró el talento y el carisma indiscutibles de Jackson y su capacidad para fusionar el pop, el rock y el R&B.

The Dark Side of the Moon – Pink Floyd (1973)

Considerado como uno de los mejores álbumes conceptuales de la historia, este trabajo de Pink Floyd es una obra maestra del rock progresivo. Con temas como Money y Us and Them, el álbum aborda temas universales como la vida, la muerte y la alienación.

 

Kind of Blue – Miles Davis (1959)

Este álbum revolucionario de jazz es una referencia esencial en el género. Con la participación de músicos de renombre como John Coltrane y Bill Evans, «Kind of Blue» redefine el sonido del jazz modal y muestra la genialidad de Miles Davis como intérprete y compositor.

Abbey Road» – The Beatles (1969)

Otro clásico de The Beatles, este álbum se destaca por su fluidez y cohesión musical. Con canciones emblemáticas como Come Together y Here Comes the Sun, «Abbey Road» marca el final de una era en la historia de la banda y representa una combinación perfecta de composiciones y arreglos magistrales.

Nevermind – Nirvana (1991)

Este álbum catapultó al género del grunge a la fama mundial y solidificó a Nirvana como una de las bandas más influyentes de los años 90. Con el éxito Smells Like Teen Spirit, el álbum capturó la angustia y la rabia de toda una generación.

What’s Going On – Marvin Gaye (1971)

Este álbum conceptual de Marvin Gaye aborda temas sociales y políticos de la época, como la guerra de Vietnam y la injusticia racial. Con canciones como What’s Going On y Mercy Mercy Me (The Ecology), el álbum se convirtió en un hito en la historia de la música soul y el movimiento de derechos civiles.

Rumours – Fleetwood Mac (1977)

Este álbum de pop rock es un testimonio de la turbulenta historia personal de la banda y su capacidad para crear melodías irresistibles. Con canciones como Go Your Own Way y Dreams. «Rumours» se ha convertido en uno de los álbumes más vendidos de todos los tiempos.

The Joshua Tree – U2 (1987)

Este álbum de U2 fue un gran éxito comercial y crítico, consolidando a la banda irlandesa como una de las más importantes del rock. Con himnos como With or Without You y Where the Streets Have No Name, el álbum captura la esencia épica y conmovedora de la música de U2.

Pet Sounds – The Beach Boys (1966)

Este álbum innovador de The Beach Boys es considerado un hito en la música pop y un precursor del rock psicodélico. Con canciones como God Only Knows y Wouldn’t It Be Nice, «Pet Sounds» destaca por sus armonías vocales complejas y sus letras introspectivas.

Estos diez álbumes representan una amplia gama de géneros y épocas en la historia de la música. Cada uno de ellos ha dejado una marca indeleble en la industria musical y ha influido en generaciones de artistas. Su importancia y legado perduran hasta el día de hoy, y continúan inspirando a músicos y oyentes de todo el mundo.

Antonio, la voz que pudo reinar en los 70

Aunque primaban las grandes voces, Antonio no consiguió la atención y el interés que se merecía

Rebuscando en las redes, encontré por casualidad una grabación que Antonio realizó en 1971 (por lo menos se publicó ese año) titulada «El tren se va» y que adjunto en este texto para deleite de los que no la hayan escuchado todavía. Es la historia de una despedida ferroviaria con tintes de novela romántica, pero a  la inversa (dentro de los cánones tradicionales, se entiende). Es él el que se queda destrozado en el andén. Ella la que se marcha. Para ser exactos, todo lo que se cuenta es lo que va a ocurrir, porque el tiempo se ha parado un minuto antes de que el tren salga de la estación.

Ese mismo año de 1971, Nino Bravo publica su segundo LP titulado «Nino Bravo». Un disco que editado por la compañía Polydor y que contiene doce temas, muchos firmados por reconocidos músicos como Pablo Herrero, José Luis Armenteros, Manuel de la Calva, Ramón Arcusa o Fernando Arbex. Este trabajo, diseñado con una doble portada, contaba en su cubierta con un Nino Bravo en plena actuación, reforzando una imagen del cantante que la discográfica quería mostrar al público.

Es irónico que, en una década donde primaban las grandes voces masculinas y femeninas, el material de Antonio no consiguiera la atención y el interés por parte del público que se merecía

Este disco de Nino Bravo incluye una versión de «El tren se va» que Antonio había grabado también el mismo año y que, a mi parecer, no contó con el apoyo, la promoción y el esfuerzo de su compañía de discos. Es fácil imaginar que algún directivo pudo ofrecer la canción a Nino Bravo que no dudó en incluirla en este LP del año 1971.

La vida para un cantante a comienzos de los 70 no era nada fácil. Todo dependía de la capacidad de tu compañía para promocionarte a todos los niveles. Los medios de comunicación eran muy limitados y muy complicado conseguir influencia para que un disco se escuchara lo suficiente y relanzar a un cantante a nivel nacional.  Antonio lo intentó. Contaba con buen material, aunque se ha achacado muchas veces a la indolencia de su compañía de discos el estancamiento de su carrera en un momento determinado.

Antonio buscó su camino al éxito participando hasta en cuatro ocasiones en el Festival de Benidorm (1970, 1971, 1972 y 1973). En la edición de 1971 prueba suerte con el tema «Volveré Mañana», una magnífica canción que después de obtener el primer premio del Festival, el jurado la descalificaba por extrañas e incomprensibles razones.

Es irónico que, en una década donde primaban las grandes voces masculinas y femeninas, el material de Antonio no consiguiera la atención y el interés por parte del público que se merecía; quizás habría que responsabilizar de ello a sus compañías discográficas, que no supieron valorar su potencial como intérprete ni conducir su carrera adecuadamente. Es una pena que poca gente conozca las canciones de este magnífico cantante.

Sirva este recordatorio a su carrera como nuestro más sincero homenaje a una de las mejores voces de la década de los 70, injustamente olvidada.

Pesadilla en Telefónica Street

En la sociedad intercomunicada actual, devolver un reloj a una gran empresa puede convertirse en una pesadilla

Las grandes compañías, precisamente por ser grandes, establecen unos protocolos absurdos que no preveen esos bucles administrativos que muchos hemos tenido que soportar en nuestras propias carnes. Se me ocurrió pedir un reloj inteligente Samsung  que ofrecía Movistar. Bueno, realmente quería probarlo solamente porque las condiciones de estos «regalos» son inasumibles, aunque exitosas. Estas grandes compañías saben que mucha gente no lee la letra pequeña de los contratos.

Esta es mi experiencia con el reloj inteligente de Samsung que llegó a mis manos a la velocidad del rayo. Me cogió cariño al instante. Y sufrí un divorcio que me ha dejado traumatizado de por vida. La historia es la siguiente.

El 12 de febrero pedí a Movistar el reloj Samsung Galaxy Watch4 40 mm. Lo recibí el 16 de febrero. Lo abrí, lo probé y no me gustó nada. Así que decidí devolverlo. El día 23 de febrero, a las 14,15 horas contacté con el 1004 para informarme de cómo tenía que realizar la devolución: «No te preocupes, es muy sencillo, ve a cualquier tienda de Movistar y devuelve el reloj». Esa tarde, me presenté en la tienda Movistar del Centro Comercial Nueva Condomina en Murcia. Me pillaba de camino a casa, aunque está a 20 km de mi domicilio. Llego con el reloj y el chico que está en la tienda me dice que no lo puede recoger. Tengo que solicitar el desistimiento a la compañía, que debe a su vez dar el visto bueno, que a su vez lo comunica a la tienda en unas 48 horas, que a su vez la tienda me llama para que les lleve el maldito reloj. Le digo que vivo a 20 km y que no me viene bien esa solución. Así que llamo al 1004 y con una amabilidad pasmosa y una incompetencia estratosférica (y algo de cuento chino), me dicen que no me preocupe, que para no causarme más problemas, viajes y disgustos, que pasa un repartidor por mi domicilio a recoger el reloj repelente de Samsung.

Llega el 24 de febrero, que es viernes. El reloj inteligente de Samsung sigue aparcado encima de la mesa del comedor. Y también el fin de semana. El lunes, 27 de febrero, la cajita rosa del reloj sigue ahí. Nadie me ha llamado para recoger el reloj y tampoco he recibido comunicación alguna, ni justificante de ninguna operación o transacción con Movistar. El martes 28, por la tarde, vuelvo a llamar al 1004 para interesarme por el asunto. A ver cuándo va a venir el transportista. Me dicen, muy amables, eso sí, que no les consta ningún trámite para recoger ningún reloj inteligente ni nada que se le parezca. «Es muy sencillo, vaya usted a cualquier tienda de Movistar y podrá devolver sin problemas el reloj». Así que, raudo como el viento, me presenté en la tienda de Movistar de Molina de Segura, cerca de donde vivo, con ganas de perder de vista a ese odiado reloj inteligente de Samsung-Movistar. «No, no podemos aceptar el reloj porque no aparece en nuestra base de datos. Tiene usted que llamar al 1004 para que le gestionen en desistimiento y en unas 24 horas pasar por la tienda a devolver este bonito y rosado reloj inteligentísimo de Samsung que usted no quiere, aunque el sí parece que le quiere mucho».

Así que vuelvo a llamar al 1004 y, con una amabilidad fuera de lo común y una incompetencia galáctica, me explica el operador de Movistar que, puesto que ya he abierto, probado, mirado, trasteado y toqueteado el relumbrante reloj superinteligente de Samsung, que la compañía, por su estupenda gestión y mi aparente cara de imbécil, me va a penalizar con el 70% del valor del asqueroso reloj inteligente de Samsung-Movistar, por la sencilla razón de que la devolución gratuita solamente se aplica cuando no has abierto el paquete. Y ahí, en ese preciso instante, con la caja rosa de ese repugnante objeto inteligente de Samsung en la mano, pensé por un instante que lo mejor era acabar por la vía rápida con toda aquella pesadilla pisoteando hasta la extenuación todo aquel engranaje, de un bello rosa plomizo, que guardaba aquel engendro inteligente de Samsung-Movistar. Pero pudo más mi parte civilizada.

Le expliqué a aquel operador, amable e incompetente a partes iguales, algunas normas básicas del comercio online en España, los mínimos derechos de los usuarios en las compras online, algunas pinceladas legales de aquí y allá, todo envuelto en una reclamación telefónica que este hombre ha debido cumplimentar como bien ha podido. Pensé que habría sufrido interminables jornadas empresariales de cómo esquivar los razonamientos de los clientes cabreados, solamente balbuceaba eso que hemos visto tanto en las películas americanas. «Yo le comprendo y le entiendo, pero es que es la política de la empresa». No, ¿de verdad es esta la política de empresa, engañar a sus clientes? ¿Es la política de empresa alargar el plazo de devolución de un dispositivo para que el cliente no tenga más remedio que aceptarlo? Señores de Movistar, ¿porqué no cogen este inteligentísimo y rosado reloj de Samsung y se lo meten dónde les quepa? No sé ya cómo decirles que me gustaría que este odioso reloj de Samsung desapareciera de mi vida.

Nota. Finalmente, una tienda de Movistar se apiadó de mi alma y pude deshacerme de ese engendro electrónico de por vida.

La Liga Femenina contra la Frivolidad

«Somos, somos puritanas, hermanas, hermanas. / Usamos tijeras, usamos tintero, llevamos sobrero..»

Hugh Hefner, fundador y editor de la revista Playboy, fue detenido en 1963, diez años después de que lanzara su primer número con un desnudo de Marilyn Monroe, acusado de «obscenidad». Los archivos del FBI desclasificados dos años después de su muerte, incluían recortes de esa detención y otros artículos de periódicos de Chicago. Playboy había publicado fotografías de Jayne Mansfield desnuda y acompañada por un hombre completamente vestido en la misma habitación. Ese matiz, el del hombre vestido y la actriz desnuda, fue considerado una «obscenidad». Un articulista escribió: «Nuestra opinión es que la lascivia producida en masa puede tener un efecto debilitante y perjudicial en el marco moral de una comunidad». Finalmente en un juicio con jurado, Hugh Hefner fue absuelto.

Unos pocos años después, concretamente en 1967, se estrenó en España un programa especial dirigido por Narciso Ibáñez Serrador titulado «Historias de la Frivolidad», uno de los programas producidos por Televisión Española más premiados de su historia. Irene Gutiérrez Caba encabeza un reparto plagado de nombres conocidos de la escena de aquellos años. En este programa, Irene es la directora, presidenta, máxima responsable de la llamada «Liga Femenina contra la frivolidad», cuyo objetivo es tapar la desnudez en todos los ámbitos de la sociedad, bajar faldas, subir escotes; en definitiva, censurar todo lo relacionado con cualquier expresión que pueda ser considerada «obscena», aunque se emplea como sustitutivo la palabra «frivolidad».

Augusto Algueró compuso una alegre cancioncilla que cantaban estas señoras de la «Liga Femenina contra la frivolidad» y que las definía perfectamente: «Somos, somos puritanas, hermanas, hermanas. / Usamos tijeras, usamos tintero, llevamos sobrero. / Quitamos lo malo, tachamos lo feo, borramos la inmundicia en el mundo entero». Más adelante añadían «infame naturaleza del hombre, no tiene cura. / Proclamamos que el desnudo es mala cosa». Así, gracias a la intervención de «La Liga Femenina contra la Frivolidad», especialmente a la maestría demostrada en el uso de la tijera, impusieron la hoja de parra a Adán y Eva.

Aquellas mujeres de negro, gracias al ingenio de unos guiones inteligentes, hicieron reír a la España gris que se acurrucaba alrededor de la mesa camilla para disfrutar de la única televisión que, a finales de los años sesenta, se iba extendiendo como una mancha de aceite por nuestra geografía. En pleno franquismo, supieron darle la vuelta a la tortilla para hablar de la censura sexual o de la frivolidad, personalizada en la llamada «Liga Femenina contra la Frivolidad».

El programa narra, en forma de sketches humorísticos, la historia del erotismo y los esfuerzos denodados para ocultar los encantos del cuerpo humano, desde Adán y Eva hasta el siglo XX, con la narración de La Conferenciante (interpretada por Irene Gutiérrez Caba) como hilo conductor.

Entre los múltiples sketches que integran el especial, algunos han pasado a la historia:

  • Las integrantes de Liga Femenina contra la Frivolidad, con Irene Gutiérrez Caba a la cabeza, arropada por Rafaela Aparicio, Lola Gaos, Pilar Muñoz y Margot Cottens, entonan su himno, cuyo estribillo reza Somos puritanas […]. Usamos tijeras, usamos tinteros […]. Cortamos, rompemos, echamos borrones, […] bajamos las faldas, subimos escotes.
  • En plena Edad Media, una joven (Irán Eory) protagoniza un striptease en el que se despoja de su armadura. Algo que que la llevará finalmente a la hoguera.
  • En el descubrimiento de América, los navegantes españoles (Zori, Santos y Codeso), al avistar la costa gritan al contemplar una india ligera de ropa:  «¡Ahí están las indias!, ¡qué barbaridad!».

Esta pequeña joya de la historia de la televisión, es una crítica a la propia censura de la época, obsesionada realmente con bajar faldas y subir escotes. Seguramente, tal y como se cuenta, de haber existido esa censura a lo largo de la historia, probablemente hubiera actuado como lo hace «La Liga Femenina contra la Frivolidad».

Un fantasma en la radio Municipal

La voz de María La Portuguesa se pasea por las ruinas de lo que fue la emisora municipal

Corría el mes de mayo del año 1987, aunque puede que me falle la memoria. El jefe de bomberos, conocido cariñosamente con el apodo de “El Largo” por su gran estatura, se encargó personalmente de ubicar adecuadamente una enorme escalera retráctil. El objetivo era colocar la antena de la emisora municipal en los estudios de la calle Virgen del Buen Suceso. Recuerdo que acompañé a alguien en el ascenso por esa escalera que poco a poco iba cobrando en mi imaginación dimensiones apocalípticas, que diría Pedro Piqueras. Hacia la mitad del trayecto, sentí por primera vez lo que se conoce como acrofobia o miedo a las alturas y, lentamente, con la mirada en un punto fijo en el horizonte, fui descendiendo hasta tocar tierra de nuevo. Realmente no era necesaria mi presencia para colocar la antena, ni mucho menos, pero ¡qué diablos! ¿Cuántas veces tiene uno veinte años y una escalera de bomberos para subir?

El edificio fue demolido años más tarde, pero cuando paso por esa calle, no puedo evitar escuchar en mi imaginación la voz de Carlos Cano. Carlos Cano y “María la Portuguesa”. Carlos Cano y “Habaneras de Sevilla”. El director de la emisora, Antonio Jesús, solía colocar una de aquellas cintas magnetofónicas, muy populares en esos años y que podían encontrarse con facilidad sobre todo en las gasolineras, para enviar una señal sonora al transmisor que, al principio, se resistía a hacer su trabajo correctamente. Por las fechas pudo ser perfectamente el disco “Quédate con la Copla”. Y la razón de su audición, como he dicho antes, ajustar adecuadamente el transmisor.

“¡Ay María la Portuguesa! / Desde Ayamonte hasta Faro / se oye este fado / por las tabernas”. Un destornillador por allí, un oscilador por acá y en medio aquella pregunta que hacía Julio II a Miguel Ángel a propósito de la Capilla Sixtina: “Antonio, ¿cuándo terminarás?”. Y la respuesta era bien sencilla, “terminaré cuando acabe”.

Todos esos temas sonaban una y otra vez mientras se sustituía un condensador o se cambiaba la fuente de alimentación. Sin olvidar el asunto del modulador o del amplificador de radiofrecuencia. “¡Ay María la Portuguesa! / Desde Ayamonte hasta Faro / se oye este fado / por las tabernas”. Un destornillador por allí, un oscilador por acá y en medio aquella pregunta que hacía Julio II a Miguel Ángel a propósito de la Capilla Sixtina: “Antonio, ¿cuándo terminarás?”. Y la respuesta era bien sencilla, “terminaré cuando acabe”. Y, efectivamente, en algún momento de aquel mes de mayo la realidad de la radio acalló las canciones repetitivas de Carlos Cano, el oscilador se equilibró, la fuente de alimentación se estabilizó y los cables que partían de la mesa de mezclas y que llegaban al transmisor, consiguieron, por fin, transportar toda aquella ingente cantidad de ilusión, magia y esperanza a la antena colocada por los bomberos un día de mayo del ya lejano 1987. Había nacido Radio Cieza, Emisora Municipal.

Lejos de padecer algún tipo de trauma o animadversión hacia Carlos Cano, mi admiración hacia el desaparecido cantautor granadino ha ido “in crescendo” con los años. Carlos Cano se ha convertido en uno de mis cantautores preferidos y cada vez que escucho esa voz cargada de sentimiento, ya sea en el coche, en el trabajo o en casa, doy las gracias a Antonio Jesús por utilizarlo para testear aquellos primeros balbuceos de la radio, consiguiendo siempre teletransportarme por unos minutos a aquel mes de mayo de 1987 como si fuera hoy mismo. ¿Será cosa del subconsciente?

Así que imagino al fantasma de María la Portuguesa paseándose por esas ruinas que un día fabricaron tantos sueños y esperanzas, condenada a vagar eternamente desde hace ya 36 años.